Hilos invisibles o cómo visibilizar las nuevas formas de esclavitud y genocidio
Por Adrián Baccaro*
Son muchas las obras audiovisuales que han tratado temas relacionados con los sistemas de trabajo, su adaptación a nuevas rutinas y el consecuente sufrimiento psicológico asestado a millones de trabajadores en el mundo. Sin ánimo de realizar un relevamiento exhaustivo, es ineludible recordar “Tiempos Modernos” (Chaplin, 1935) que a su vez se basó en “Para nosotros la libertad” (René Clair, 1931), que mostraba la alienación de un trabajador en tareas repetitivas que lo llevaban a la locura. Más cercano a nuestro tiempo, en los 90 se destacó entre muchas la inglesa “Full monty” (Peter Cattaneo, 1997) y la francesa “Recursos humanos” (Laurent Cantet, 1997). Los ejemplos se multiplican también en nuestro país, desde el documental “Rerum novarum” (Schindel, Batlle y Molnar, 2001) hasta los ecos lejanos de “Plata dulce” (Fernando Ayala, 1982). Otro largo de ficción de 2004, el italiano “Me piace lavorare (Mobbing)” (Francesca Comeccini) ya trataba en forma directa los abusos psicológicos a los que eran sometidos muchos empleados en plan de flexibilización. De una manera u otra, el tema es caro al cine social contemporáneo.
Retiros Involuntarios inicia sus secuencias con la indagación en los motivos de más de veinte suicidios de empleados de France Telecom, encontrando una relación directa con la persecución sistemática y programada de parte de los managers de recursos humanos de la empresa, en “cumplimiento de órdenes” y políticas emanadas de las altas esferas, que buscaban optimizar recursos y lograr la mayor productividad (degradando y desechando personas). Este maltrato perverso deriva en conflictos de depresión y suicidio desesperado, incluso en el lugar de trabajo, como símbolo implacable de la masacre a la que eran sometidos, verdaderas formas de esclavitud postmodernas.
La directora del documental, Sandra Gugliotta, avanza en comparar estas prácticas que en Francia tienen su auge a principios del siglo XXI, con la situación de su propio padre en nuestro país y en 1990, origen de su curiosidad por el tema. Denuncia como en la Argentina de Menem el neoliberalismo había experimentado métodos que sindicalistas rebeldes llamaron “genocidio de los telefónicos”. Este nuevo patrón se experimentó en nuestro país en el contexto de privatización de empresas públicas y empleos, y llevó el retiro voluntario de miles de trabajadores. El problema en el que derivan estos “bien indemnizados” que pierden trabajo y dinero en pocos meses, no es el centro de este relato, sino aquellos trabajadores que no aceptaron estos arreglos y permanecieron en las empresas pasando a recibir las peores extorsiones, maltratos psicológicos de todo tipo, reubicaciones en tareas enajenantes y absolutamente distintas a las que habían desarrollado a lo largo de los años como oficio. El objetivo: que abandonen la empresa. Un gerente francés llega a definir estas acciones como tácticas de guerra, es decir el empleo de técnicas militares aplicadas al interior de los ámbitos laborales. A todo o nada. Las empresas, en su afán despiadado por lograr más ganancias y ser más competitivas, generaban diversos planes de acción contra sus propios empleados, llevándolos a situaciones límites.
Una mirada político-social transversal al relato nos lleva a preguntarnos cuáles son los hilos invisibles de los atropellos de hoy, eso que persiste en el sistema, que toma nuevas formas y que ha sido parte central de ciertos desarrollos capitalistas y neoliberales. El contexto internacional graficado en el documental en el encuentro Bush-Menem, hoy lo vemos en nuevos tandems. El discurso político nativo ha sido coherente con las necesidades y acciones precisas de las empresas trasnacionales y sus aliados locales. Muchos sindicatos fueron vencidos por prácticas de corrupción afines. Los empleados caen en el vacío de la individualidad, sin contención posible.
Hoy la cultura del espectáculo y los relatos de ficción más la andanada de las redes sociales que pescan a las mayorías para gorgojear, flashear, emoticonarse y vivir intensamente el presente a partir de la frase autopublicada del día, parece destruir la posibilidad de una toma de conciencia, siquiera de la localización de los problemas que nos afectan como colectivos sociales, para iniciar gestas contra las múltiples formas de opresión. Retiros Involuntarios forma parte de esas herramientas imprescindibles y necesarias que nos ayuda a entendernos como colectivo de resistencia y creadores de nuevas utopías solidarias y democráticas.
* Educomunicador, miembro y directivo de SIGNIS Argentina