«Alegraos y regocijaos» (Mt 5,12), dice Jesús a los que son perseguidos o humillados por su causa. El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada. En realidad, desde las primeras páginas de la Biblia está presente, de diversas maneras, el llamado a la santidad. Así se lo proponía el Señor a Abraham: «Camina en mi presencia y sé perfecto» (Gn 17,1), con estas palabras comienza el Papa Francisco la Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate sobre el llamado a la santidad en el mundo actual.
A la luz de este documento pontificio recomiendo una serie de películas donde hombres y mujeres en diferentes épocas y ambientes respondieron este llamado a la santidad con sus luces y sus sobras, con alegría y regocijo.
San Pedro de Giuliu Base (Italia, 2005, 197 min.)
Vida y obra del apóstol san Pedro protagonizada por Omar Sharif. Una película que nos lleva desde el momento en que Pedro contempla de lejos a Jesús hasta que él mismo es crucificado. Con buen movimiento de cámara, primeros planos y la estupenda actuación de Sharif descubrimos en Pedro a un hombre apasionado y lleno de fe. Una fe que lo conduce a anunciar con valentía la Resurrección de Jesús y a continuar, junto con los demás apóstoles, la misión de Cristo. Dejémonos llevar por esta impactante historia de los inicios del cristianismo. Respondamos a Jesús que nos mira con amor (cfr. Lc 22, 61) y, con Pedro, digamos con fe y regocijo: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn 6, 68-69).
San Pablo de Roger Yung (Italia, 2000, 175 min.)
Un largometraje que nos cuenta la fascinante historia del apóstol Pablo: judío nacido en Tarso, educado en Jerusalén, discípulo de Gamaliel, estricto observante de la Ley, perseguidor de los cristianos y a quien Jesús resucitado le salió al encuentro camino a Damasco para cuestionarlo en su fe y en sus acciones: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch 9, 4). Con una buena producción, la película nos atrapa, emociona e interpela. Rubén, personaje ficticio, amigo y luego oponente de Pablo, puede confundir un poco en esta historia fundamentada en los Hechos de los Apóstoles. Dejando de lado esto, la película funciona y puede ser un buen instrumento para celebrar la santidad y comunicar el Evangelio: “¡Ay de mí si no evangelizara!” (1 Co 9, 16), podemos decir con el apóstol Pablo.
San Agustín de Christian Duguay (Italia-Alemania, 2010, 240 min.)
Película –más bien miniserie- que nos presenta la vida de San Agustín (354-430) sustentada en hechos históricos y en sus mismas confesiones; pero también con algunos anacronismos o elementos de ficción que sirven más bien a la trama. La historia comienza con el asedio de la ciudad de Hipona por parte de los vándalos (en el año 430). Agustín es obispo y él mismo nos cuenta su vida desde su juventud y cómo buscaba con inquietud la verdad en la filosofía, cómo pasó del maniqueísmo al escepticismo, hasta encontrarse finalmente con Cristo. El Papa emérito Benedicto XVI comentó al final de una proyección: “La Verdad, que es más fuerte que cualquier obstáculo, encuentra al ser humano […]. La Verdad, que es Persona, nos encuentra”. Con tan bellas y sugerentes imágenes podemos decir con san Agustín: “Nos hiciste Señor para ti, inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en ti”.
Hermano sol, hermana luna de Franco Zeffirelli (Italia, 1972, 130 min.)
Hermano sol, hermana luna es una película llena de color, belleza y poesía sobre la vida de San Francisco de Asís (1181-1226). En poco más de dos horas podemos contemplar a Francisco cuando regresa enfermo y arrastrando los pies después de una guerra, cuando recuerda su vida llena de lujos, cuando baja a la tintorería de su padre y se conmueve hasta las lágrimas de la miseria de los obreros, cuando empieza su conversión y se despoja de su ropa para vivir en pobreza y con más libertad, cuando se va al campo y reconstruye una vieja iglesia, cuando inspira a muchos jóvenes a vivir el Evangelio. Francisco (Hermano sol) y Clara (Hermana luna) son dos grandes santos que pueden darnos mucha luz, color y esperanza en nuestros tiempos.
San Felipe Neri de Giacomo Campiotti (Italia, 2010, 200 min.)
En el siglo XVI, en pleno Renacimiento, pero también en medio de profundas crisis al interior de la Iglesia, aparece Felipe Neri (1515-1595): un hombre alegre y lleno de fe que reúne a un grupo de niños, con quienes canta, juega y les habla de la Buena Nueva de Jesús. En 1544 Felipe buscó a Ignacio de Loyola para ofrecerse a ir como misionero a Asia… después desistió para abocarse de tiempo completo a reevangelizar la ciudad de Roma: predicando en los mercados y las plazas, visitando a los enfermos en los hospitales, fundado oratorios, induciendo a otros a acompañarlo. Por este motivo se le llamaría más tarde el Apóstol de Roma. La película está muy bien llevada e insiste en que vivir y predicar el Evangelio puede ser una alegre aventura. Por supuesto pueden resonar en nosotros aquellas palabras de Pablo a los filipenses: “Estén siempre alegres en el Señor; les repito, estén alegres” (Flp 4, 4).
Thèrése de Alian Cavalier (Bélgica, 1986, 90 min.)
Con un buen guión, dirección y montaje somos introducidos en el Carmelo de Lisieux donde conocemos a una joven alegre, tierna, llena de amor por la vida y por Jesús: Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz (1873-1897). Thèrése es un retrato íntimo de esta gran santa canonizada por Pío XI en 1925, declarada con Francisco Javier patrona de las misiones en 1927 y doctora de la Iglesia por Juan Pablo II en 1997. Aclamada por el público y la crítica especializada, esta película ganó el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes en 1986. En sus quehaceres cotidianos, en sus alegrías, en la noche oscura de la fe, en la misma enfermedad, Santa Teresita vive lo que escribió en Historia de un alma: “En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, quiero ser amor”.
Monsieur Vincent de Maurice Cloche (Francia, 1947, 111 min.)
Esta película –ganadora del Óscar a la mejor película extranjera en 1949- nos presenta la vida de San Vicente de Paúl (1581-1660): sacerdote que dedicó su vida a paliar las miserables condiciones de vida de los campesinos pobres en Francia, sobre todo después de la guerra de la Fronda (1648-1653). Fundador de la Congregación de la Misión y, junto con Luisa de Merillac, de la Compañía de las Hijas de la Caridad. Hombre de fe que asumió el conflicto, la persecución y el rechazo de la gente de la ciudad en su afán de practicar las obras de misericordia: visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, redimir al cautivo, enterrar a los muertos. Una excelente película que nos recuerda que “la fe: si no tiene obras, está completamente muerta” (Sant 2, 17).
Madre Teresa de Kevin Connor (EUA, 1997, 92 min.)
Con la atinada y convincente interpretación de Geraldine Chaplin podemos penetrar en el corazón de una gran mujer: Agnes Gonxha Bojaxhiu (1910-1997), mejor conocida como la Madre Teresa de Calcuta. Incansable religiosa que salió de su convento para buscar, atender y servir a los pobres, enfermos, huérfanos y moribundos de Calcuta tan necesitados de consuelo, de una ayuda y una mirada de amor. En 1950 fundó la congregación de las Misioneras de la Caridad. En 1979 recibió el Premio Nobel de la Paz y el 19 de octubre de 2003 fue beatificada por el Papa Juan Pablo II. “De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”, manifestó en una ocasión Madre Teresa.
Romero de John Duigan (EUA, 1989, 105 min.)
Filmada en el estado de Morelos (México) el actor Raúl Julia nos ofrece quizá la mejor actuación de su carrera en el papel del beato Monseñor Romero (1917-1980): cuarto arzobispo de San Salvador, pastor comprometido que en sus homilías dominicales denunció numerosas violaciones de los derechos humanos y manifestó públicamente su solidaridad con los pobres y las víctimas de la violencia política de su país. Un día antes de su muerte, Mons. Romero hizo un enérgico llamamiento al ejército salvadoreño: “Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos… La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada… les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión”. Un film serio, bien documentado, impactante.
Bakhita de Giacomo Campiotti (Italia, 2008, 200 min.)
Hermosa y conmovedora película que nos narra la vida de Josefina Bakhita (1869-1947), santa africana que fue canonizada el año 2000 por el Papa Juan Pablo II y a quien El Papa emérito Benedicto XVI se refiere en su Encíclica Spe Salvi. Cuando tenía nueve años Bakhita fue secuestrada por traficantes de esclavos, golpeada y vendida cinco veces en los mercados de Sudán. En 1882 fue comprada por un mercader italiano y llevada a Italia. Ahí conoció a Jesucristo quien se revelará como su Señor y libertador, no solo de la vida de esclavitud sino como quien da un nuevo sentido al vivir de cualquier persona. En 1890 recibe el Bautismo y años más tarde se hace religiosa canossiana. “La esperanza en que ella había nacido y la había ‘redimido’ no podría guardársela para sí sola; esta esperanza debía llegar a muchos, llegar a todos” (Spe Salvi, no. 3).
¿Quién sabe cuánto cuesta hacer un ojal? de Ricardo Larraín (Chile, 2005, 107 min.)
Esta película cuenta la historia de San Alberto Hurtado desde su niñez y juventud hasta su entrada a la Compañía de Jesús. Todo trasnscurre a principios de 1900, cuando el joven Alberto (Iván Alvarez de Araya, en una actuación estupenda y creíble), se pregunta por el sentido de su vida, de su fe como cristiano, de su vocación. En esta búsqueda pronto nos conectamos con él: cuando va al campo, a la universidad o con las costureras; cuando platica con su madre, cuando sale con los amigos, cuando ora y platica con su padre acompañante. ¿Quién sabe cuánto cuesta hacer un ojal? es una película emotiva, que nos cuestiona, que nos invita a juntar la fe con la obras (Cf. St 2, 17-18) o como decía San Alberto a “juntar las manos para rezar”, pero también “ocuparlas en ayudar”.
De hombres y de dioses de Xavier Beauvois, Francia, 2010.
Ganadora del Gran Premio del Jurado y el Premio del Jurado Ecuménico del Festival de Cannes de 2010, esta película nos introduce en la vida de unos monjes cistercienses en Argelia durante la guerra civil que azotó el país entre 1991 y 2002. Con un guión basado en hechos reales, con buenas interpretaciones y una fabulosa fotografía, Beauvois nos lleva al corazón de ocho monjes que, después de muchos años de rezar, sembrar la tierra y apoyar al pueblo con algunos proyectos para hacerle frente a la enfermedad y la pobreza, tienen que decidir si abandonan el monasterio ante la crecida violencia o se quedan ahí dando su vida hasta las últimas consecuencias. He aquí un testimonio creíble del amor de unos hombres consagrados.
Sergio Guzmán, S.J.
Monterrey, N.L. a 17 de abril de 2018.