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Films

SIGNIS ALC

22 agosto 2018

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Casa Crítica

La alegría de la santidad en algunas historias fílmicas (Segunda Parte)

La alegría de la santidad en algunas historias fílmicas (Segunda Parte)

En esta segunda entrega recomiendo otras películas a la luz de la Exhortación apostólica Gaudete et exsultate. En la primera entrega recomendé películas del género religioso y de santos reconocidos por la Iglesia. En esta segunda recomiendo algunas películas -no explícitamente religiosas- en diálogo con textos de la exhortación para descubrir en éstas destellos o aproximaciones a la santidad que nos invita a vivir el Señor. El Papa Francisco presenta así su exhortación en los primeros párrafos: “Mi humilde objetivo es hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades. Porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió «para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor»” (Ef 1, 4).

 

El Color del Paraíso de Majid Majidi (Irán, 1999, 90 min.)

Esta película iraní nos cuenta la historia de Mohammad, un niño ciego que busca y quiere tocar a Dios. Una película hecha con arte, con bellas imágenes y acertados diálogos que invitan a la reflexión. Mientras avanza la cinta podemos recordar a grandes místicos, incansables buscadores de Dios, como San Juan de la Cruz (“¿A dónde te escondiste, Amado mío y me dejaste con gemido?”) o San Ignacio de Loyola (“Buscar y encontrar a Dios en todas las cosas”).  “La santidad es el rostro más bello de la Iglesia. Pero aun fuera de la Iglesia católica y en ámbitos muy diferentes, el Espíritu suscita «signos de su presencia, que ayudan a los mismos discípulos de Cristo»” (no. 9), nos dice el Papa Francisco en su exhortación.

 

Los Coristas de Christophe Barratier (Francia-Suiza, 2004, 96 min.)

Los coristas es una película que llega al corazón, que conmueve, que eleva el espíritu. Clémet Mathieu es un músico que llega como prefecto de disciplina a una escuela correccional: “El fondo del Estanque”. A quien  primero se encuentra es al pequeño Pepinot, quien espera con ansías que su padre venga a buscarlo. Pepinot no es el único niño que espera ser rescatado o salvado. Cada niño tiene su historia, sus sueños y anhelos… que Mathieu, haciendo honor a su nombre (Regalo de Dios), alimentará a través del canto.  “Ojalá puedas reconocer cuál es esa palabra, ese mensaje de Jesús que Dios quiere decir al mundo con tu vida. Déjate transformar, déjate renovar por el Espíritu, para que eso sea posible, y así tu preciosa misión no se malogrará” (no. 24), nos recomienda el Papa Francisco en su exhortación.

 

Gran Torino de Clint Eastwood (EUA, 2008, 116 min.)

Gran Torino bien podría ser una parábola cristiana. El protagonista, Walt Kowalski (Clint Eastwood, estupendo), nos recuerda al buen samaritano (cfr. Lc 10, 25-37), al padre bueno (cfr. Lc 15, 11-32) y al cordero pascual que derrama su sangre por la salvación de todos (cfr. 1 Pe 1, 18-19). “Como no puedes entender a Cristo sin el reino que él vino a traer, tu propia misión es inseparable de la construcción de ese reino: «Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia» (Mt 6, 33). Tu identificación con Cristo y sus deseos, implica el empeño por construir, con él, ese reino de amor, justicia y paz para todos. Cristo mismo quiere vivirlo contigo, en todos los esfuerzos o renuncias que implique, y también en las alegrías y en la fecundidad que te ofrezca. Por tanto, no te santificarás sin entregarte en cuerpo y alma para dar lo mejor de ti en ese empeño” (no. 25), nos dice el Papa Francisco en exhortación.

 

Tocando el viento (Brassed off) de Mark Herman (Reino Unido, 1997, 107 min.)

Durante el gobierno neoliberal de Margaret Tatcher (1979-1990), una ola de cierres de minas de carbón recorre el norte de Inglaterra. Tocando el viento nos cuenta cómo se unen en una sola misión la banda de música del pueblo Grimley ante el inminente cierre de su mina. En este contexto, puede ser interesante preguntarnos y reflexionar con el Papa Francisco: “¿Acaso el Espíritu Santo puede lanzarnos a cumplir una misión y al mismo tiempo pedirnos que escapemos de ella, o que evitemos entregarnos totalmente para preservar la paz interior? Sin embargo, a veces tenemos la tentación de relegar la entrega pastoral o el compromiso en el mundo a un lugar secundario, como si fueran «distracciones» en el camino de la santificación y de la paz interior. Se olvida que «no es que la vida tenga una misión, sino que es misión»” (no. 27).

 

En un mundo mejor de Susanne Bier (Dinamarca, 2010, 113 min.)

“Los pacíficos son fuente de paz, construyen paz y amistad social. A esos que se ocupan de sembrar paz en todas partes, Jesús les hace una promesa hermosa: «Ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9). […] La Palabra de Dios exhorta a cada creyente para que busque la paz junto con todos (cf. 2 Tim, 2, 22), porque «el fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz» (Sant 3, 18)” (no. 88), leemos en la exhortación. En un mundo mejor conocemos a un médico (Anton) que divide su tiempo entre una ciudad idílica en Dinamarca y un caótico campo de refugiados en África. Abuso, abandono, rabia y deseos de venganza hay en ambos lados. Elías (hijo de Anton) sufre el constante bullying de uno de sus compañeros hasta que otro chico le defiende (Christian). Ya veremos cómo los protagonistas construyen paz y amistad social.

 

La vida es bella de Roberto Benigni (Italia, 1997, 116 min.)

“El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado. Ser cristianos es «gozo en el Espíritu Santo» (Rom 14, 17) […]. Hemos recibido la hermosura de su Palabra y la abrazamos «en medio de una gran tribulación, con la alegría del Espíritu Santo» (1 Tes 1, 6)” (no. 122), nos dice el Papa Francisco en su exhortación. Cómo no recordar el buen humor y esperanza de Guido Orefice (Roberto Benigni, estupendo) en La vida es bella. Cómo no recordar todo lo que hace el protagonista para proteger y salvar a su pequeño hijo de los horrores de un campo de concentracón nazi. La película ganó tres premios Oscar: Mejor banda sonora, Mejor actor y Mejor película extranjera en la ceremonia de 1998.

 

La forma del agua de Guillermo del Toro (E.U., 2017, 123 min.)

“¡Dios no tiene miedo! ¡No tiene miedo! Él va siempre más allá de nuestros esquemas y no le teme a la periferias. Él mismo se hizo periferia (cf. Flp 2, 6-8; Jn 1, 14). Por eso, si nos atrevemos a llegar a las periferias, allí lo encontraremos, él ya estará allí. Jesús nos primerea en el corazón de aquel hermano, en su carne herida, en su vida oprimida, en su alma oscurecida. Él ya está allí” (no. 135), nos dice el Papa Francisco en su exhortación. La forma del agua -ganadora del Oscar a mejor película- es una historia fantástica de amor y redención que nos invita a no tener miedo, a ir más allá de lo conocido, a las periferias existenciales y encontrarnos con el otro: con aquel que no tiene voz, que está herido, que por una u otra razón es despreciado y oprimido, que se siente como pez fuera del agua.

 

Paterson de Jim Jarmusch (E.U., 2016, 113 min.)

“Sin amor ¿qué razón hay para nada?”, se pregunta y nos pregunta el protagonista (Adam Driver, estupendo): un joven conductor de autobús, hombre afable y tranquilo, que vive con su encantadora esposa (Golshifteh Farahani) y en sus ratos libres escribe versos libres en un pequeño cuaderno, a manera de su admirado William Carlos Williams, también criado en Paterson. Al adentrarnos a la película podemos tener presente lo que nos dice el Papa Francisco en su exhortación: “Recordemos cómo Jesús invitaba a sus discípulos a prestar atención a los detalles. El pequeño detalle de que se estaba acabando el vino en una fiesta. El pequeño detalle de que faltaba una oveja. […] El pequeño detalle de tener un fueguito preparado y un pescado en la parrilla mientras esperaba a los discípulos de madrugada” (no. 144).

 

Así en la Tierra como en el cielo de Kay Pollack (Suecia, 2004, 132 min.)

Daniel Daréus es un reconocido director de orquesta que, después de sufrir un infarto en un concierto, decide hacer un alto en su agitada vida. Cancela todos sus compromisos de agenda y se retira a su pueblo natal para descansar y escuchar su corazón. Alejado del bullicio de la ciudad, de giras por todo el mundo, del glamour al que estaba acostumbrado, va recuperando su vida, su historia, su vocación: “Desde niño soñaba crear música que le abriera el corazón a la gente”, confiesa en un momento. En esta línea son muy oportunas las palabras del Papa Francisco: “Hay que recordar que el discernimiento orante requiere partir de una disposición a escuchar: al Señor, a los demás, a la realidad misma que siempre nos desafía de maneras nuevas” (no. 172).

 

Sergio Guzmán, S.J.

 

Cd. Guzmán, Jal. a 21 de agosto de 2018