El gremio teme que el reemplazo de una resolución por un nuevo mecanismo de apoyo al estreno de películas nacionales hará inviable su continuidad.
SIGNIS Argentina – Miguel Monforte
Recientemente, la Cámara Argentina de Distribuidores Independientes Cinematográficos, CADICine, emitió un comunicado con un título inquietante: “No habrá más estrenos de cine nacional independiente”.
En el manifiesto expresa, entre otros conceptos, que “ante la derogación de la Resolución INCAA 981/2013 y su reemplazo por un nuevo mecanismo de apoyo al estreno de películas nacionales, hace inviable la continuidad de las empresas independientes de distribución cinematográfica, y en consecuencia, también el estreno de la mayor parte del cine nacional”.
El texto tuvo amplio eco en varios medios argentinos de difusión masiva, así como en las redes sociales. Asimismo, cosechó el apoyo de otros sectores conectados con la producción y distribución de obras audiovisuales en la Argentina, un país con una larga y rica historia con el cine, pero que en los últimos años viene sufriendo diversos avatares que casi siempre tienen su génesis en el propio Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, INCAA, cuya función justamente es promover y proteger la producción nacional, conforme a las facultades legalmente establecidas en la Ley de Cine que posee este país.
CADICine está conformada por distribuidoras encargadas de la circulación de películas que no está en manos de las compañías estadounidenses (Majors) o a cargo de sus propios realizadores. Son compañías responsables de decenas de estrenos por año, entre las cuales se encuentran muchas de las películas de mayor aporte cultural y un alto porcentaje del cine argentino que a las Majors no les interesa, por lo tanto su existencia asegura la diversidad en la cartelera.
Manuel García es titular de la distribuidora Cine Tren y presidente de CADICine. Consultado sobre los inconvenientes que causaría la derogación de la Resolución INCAA 981/2013, manifestó: “Se perdería un apoyo económico que hace viable el estreno de unas 100 películas argentinas por año, y la supervivencia de 7 empresas nacionales dedicadas a la gestión de esos estrenos. Se trata de las películas y las empresas más frágiles, pero responsables del mayor aporte de diversidad cultural en nuestros cines.”
García también se expresó sobre los peligros al desaparecer los mecanismos para buscar la igualdad de distribución: “El cine argentino y el cine extranjero de diversidad (europeo, asiático, latinoamericano) precisa de regulaciones o contrapesos que le permitan existir, ser promovido y llegar a un público, en el marco de un mercado totalmente concentrado en pocas películas y pocas empresas, todas extranjeras. Si el Estado no interviene, este cine desaparece de la cartelera, y corre además el peligro, ante la falta de un público que lo legitime, de dejar de ser producido.”
Sobre la actual injerencia del Instituto de Cine dijo: “Lo más grave de esta gestión ha sido justamente la falta absoluta de intervención en el mercado, algo que como ente regulador, y ante el estado crítico de la actividad, deberían ser su primer interés. Regulaciones existentes pero incumplidas como la Cuota de Pantalla, o programas abandonados como el de Formación de Audiencias, son solo dos ejemplos de muchos que explican por qué una gran cantidad de obras corren el riesgo de desaparecer de las pantallas.”
Acerca de la repercusión fuera y dentro del Instituto de Cine sobre el comunicado emitido por CADICIne, García fue contundente: “El INCAA sigue tratando de modificar esta resolución, pero el efecto de nuestro reclamo puso en evidencia la importancia de la distribución y exhibición, y diría que el resultado más notable de todo es el llamado a la acción del sector a favor de nuevas políticas que fomenten un contenido y pantallas más diversas, y la inclusión de nuevos públicos.”
Finalmente, Manuel García se refirió a la situación del cine argentino en estos momentos: “La producción sigue siendo mucha y variada, pero las condiciones de producción y financiamiento son malas. Esto se transfiere a las posibilidades de circulación y audiencia de esas mismas películas, en el marco de concentración y desregulación que describíamos más arriba. La situación por lo tanto es más que preocupante, aunque seguimos trabajando y a la espera de que a la actividad cinematográfica se le vuelva a reconocer su valor industrial y simbólico, y que las condiciones de producción y el impacto público sean los que una industria cultural de esta relevancia se merece.”